miércoles, 20 de febrero de 2008

Periodistas en el frente, sociedad en disyuntiva

Hace unos días leí el ofrecimiento que Louise Arbour, Alta Comisionada de Derechos Humanos de Naciones Unidas, hizo a Lydia Cacho de recibir apoyo de la ONU para salir del país y solicitar asilo político, luego de considerar que las garantías individuales de la periodista mexicana pudieran ser vulneradas nuevamente; esto luego de que la Suprema Corte de Justicia determinó en noviembre de 2007 que las grabaciones telefónicas de Mario Marín y Kamel Nacif no constituyen pruebas de violación grave de sus garantías, anulando la posibilidad de llevar a juicio político al Gober Precioso. En el blog de Lydia Cacho, la nota más reciente refiere su encuentro con Arbour así como ofertas similares de otros países. En el texto la Cacho afirma categóricamente su intención de quedarse en el país y mantener la cruzada cívica en que ha erigido su investigación; este particular me recuerda parte de una vieja charla con un amigo.
En aquella oportunidad alguien había lanzado la pregunta “¿Quién dirías que es el mejor periodista de México?”; mi amigo respondió: “Hay varios; la mejor es Carmen Aristegui; luego Carmen Aristegui; y también me gusta Carmen Aristegui; nadie más”. Yo afirmé que el mejor de cuyo trabajo tenía constancia era Julio Scherer. El criterio que ambos usamos fue la imparcialidad y el profesionalismo. Y habiendo presenciado la evolución del caso de Lydia Cacho, quiero recordar en este post a quien considero (bajo ese mismo criterio) el mejor periodista mexicano que ha ejercido la profesión.
El 27 de noviembre de 1997, Jesús Blancornelas fue objeto de un atentado con armas largas, en el que murió su guardaespaldas Luís Lauro Valero y él quedó gravemente herido, pero no muerto. Don Jesús era fundador y entonces codirector del semanario Zeta de Tijuana, que se había dedicado a denunciar las actividades del cártel de los Arellano Félix; su trabajo era una temeraria labor de denuncia con nombres y apellidos de los implicados, sin que le importara cuán grande pudiera ser la represalia. Con redoblada seguridad, Blancornelas siguió recibiendo amenazas de muerte en los siguientes años (después de 3 meses de convalecencia regresó a su incisiva labor periodística con la misma convicción de siempre), y sobrevivió hasta el 24 de noviembre de 2006, cuando murió víctima de una afección pulmonar crónica; esta afección lo había retirado en abril de la dirección de Zeta. Son conocidas las amenazas, atentados y ataques que sufrió el semanario desde su nacimiento, las cuales incluyeron además el homicidio en 1988 de Héctor Félix Miranda, socio de Blancornelas, presuntamente muerto por órdenes de Jorge Hank Rohn.
La labor periodística en México ha sido continuamente vulnerada en el pasado reciente, y el momento histórico parece exigirle al sistema político (en pos de su propia supervivencia) la supresión de los medios de denuncia ciudadana y aún de información. Recientemente Carmen Aristegui salió del noticiero Hoy por hoy, de W Radio; el motivo fue una “incompatibilidad editorial” debida a cambios en la empresa. Es curioso; fue ella a quien Felipe Calderón declaró su famoso “haiga sido como haiga sido, yo gané”. También fue ella quien reveló el escándalo de las llamadas entre Mario Marín y Kamel Nacif. De otra parte, el plano informativo parece haber quedado dominado por el duopolio televisivo, que no ha tenido empacho en mostrar su favoritismo a la oligarquía económica nacional al tiempo que desacredita la expresión opositora. Y la investigación que condujo Lydia Cacho sobre las redes de pederastia finalmente mereció el descrédito de la Corte, señal alarmante de dos cosas: primero, que la labor periodística legítima está siendo presionada a doblegarse y quedar a modo del régimen, y segundo, que las instituciones que conservaban aún credibilidad y respeto de la opinión pública ahora están capturadas por los intereses de la derecha. Esta situación, si atendemos a la experiencia histórica, es más grave de lo que suena: instituciones públicas vulneradas, oleadas de violencia y una militarización del territorio nacional, ataques y denostación a periodistas que disienten del régimen, podrían estar marcando el inicio de un mandato abiertamente autoritario y represor de los derechos civiles como los que Latinoamérica experimentó en el siglo XX. Estos periodos estuvieron marcados por sangrientas represalias contra la libertad de expresión, desaparición de activistas, disolución de garantías y encarcelamiento injustificado. Y desde luego, también por la aparición de guerrillas y grupos paramilitares en respuesta a los excesos del Estado autoritario, los cuales no tienen justificación en sus movimientos terroristas y reaccionarios, aunque son un producto de la sociedad amordazada.
Las guerrillas pueden y suelen degenerar con el tiempo, convirtiéndose en grupos de interés per se, y en ese momento se vuelven nocivas. En última instancia, toda revolución llevada a punta de pistola no ha hecho, desde el inicio de los tiempos, más que cambiar la titularidad de los estados opresivos; la desigualdad social que argumentaban los bolcheviques para levantarse en armas fue un móvil legítimo, pero la revuelta únicamente trasladó a sus manos el régimen coercitivo al fin de la Revolución Rusa.
Hace poco me preguntaron por qué motivo iría a la guerra; siendo poco convencional, respondí una tontería en la que creo absolutamente: “por conservar la libertad de echarme a la sombra de un árbol, a ver cómo atardece”. La ambición de los poderosos por someter las vidas y voluntades de los pueblos es, a mi parecer como liberal, una declaración de guerra. En más de un sentido ya vivimos en estado de sitio, entre la inseguridad, el narcotráfico, las ejecuciones, la corrupción y el fraude, y la ciudadanía parece estarse acostumbrando a vivir amedrentada. Soy partidario de las revoluciones culturales como único medio efectivo de transformación social; pero también soy por definición enemigo del yugo y la sumisión. ¿Qué pasaría si el temeroso eleva la voz sin temer las consecuencias? En este contexto de denunciantes silenciados, de ejércitos infiltrados, de repliegue hasta de la misma policía ¿Quién querrá quedarse en el frente de batalla? Don Jesús Blancornelas se quedó (y por cierto, no pudieron con él); Lydia está decidiendo quedarse. Y nosotros, lector: ¿nos quedamos?

Lydia Cacho:
http://www.lydiacacho.net/

lunes, 18 de febrero de 2008

Mouriño y las caricaturas. Una farsa en Gobernación


Desde niño me gustan mucho los cartones políticos; entonces era muy divertido ver una representación tan cómica y a la vez tan precisa de las personas. Después, al interesarme en temas de administración pública, también fue muy divertido analizar el ingenio de que se vale la caricatura para criticar, denunciar y mover a la reflexión respecto de la actuación del Estado. Hoy día reviso constantemente los cartones de periódicos, revistas y sitios de noticias, pues creo que tienen una capacidad informativa semejante a la labor periodística convencional; en sociedades como la mexicana contemporánea, aventuraría incluso que la caricatura puede tener más eco que otras formas de comunicación, dado el escaso interés por la lectura que en promedio caracteriza al país desde hace años.
En fin, que uno de mis moneros preferidos es José Hernández, quien actualmente ilustra la última página de la revista Proceso (por esa insigne página pasaron caricaturistas de la talla de Trino, Jis, y el fallecido Roberto El Negro Fontanarrosa). Pensar en esta revista me lleva a recordar su portada de la semana pasada, que muestra dos documentos a nombre de Juan Camilo Mouriño exhibiendo cada uno dos nacionalidades distintas. Desde su nombramiento como titular de Gobernación se han ventilado en diversos medios – y con diversas tendencias y sesgos – las dudas acerca de su nacionalidad mexicana debido a su ascendencia. Pero se ha mencionado con mucho menor empeño que en 1996 Mouriño ingresó al país procedente de Estados Unidos con un pasaporte español expedido por el Consulado de España en Miami, lo cual implicaría la automática pérdida de la nacionalidad mexicana que protestó en 1989 (hecho documentado por el periódico El Sur de Campeche). A las preguntas y protestas acerca de la legitimidad del gobierno de Felipe Calderón – quien busca con Mouriño consolidar el respaldo de su gabinete y de los sectores de peso hacia su mandato, luego de la accidentada e irrelevante gestión de Francisco Ramírez Acuña –, se sumará ahora la inestabilidad generada por la posibilidad de que Juan Camilo Mouriño incurra en el delito de uso indebido del servicio público, al no reunir los requisitos legales ni para ocupar la SEGOB, ni para haber sido diputado federal (en la LVIII Legislatura) ni diputado local en el Congreso de Campeche, cargos que en efecto desempeñó. Y el gobierno federal sigue ocultando con descaro sus talones de Aquiles, ahora al restarle importancia a la alarmante situación de nombrar a un extranjero para un cargo público en el gabinete de Calderón.
Hay dos agravantes; una es que Mouriño, como buen neoliberal, ha revelado ser un extremista intolerante y cerrado al diálogo con algunos sectores sociales, en particular con los opositores, luego de declarar que el EPR “merece la condena unánime” y que no habrá diálogo con este y otros grupos inconformes. Esta situación es grave considerando que Ramírez Acuña, tan intolerante como él, carecía no obstante de la habilidad del español para infiltrarse en las más altas esferas de la elite empresarial y económica de México, lo cual apunta a una gestión ya no influenciada, sino abiertamente dirigida desde estos sectores en detrimento del diálogo y contra la expresión de los grupos sociales (obligación inherente al cargo del secretario de Gobernación), a favor de la oscurantista ignominia que los poderosos pretenden ejercer. La otra es que se está llevando a cabo una vergonzosa maniobra mediática para pulir, y por desgracia trivializar la imagen de Mouriño como funcionario público; el secretario apareció en la portada de la revista Quién, con un titular harto denigrante y que no vale la pena mencionar. En este y otros intentos se busca dar a Camilo Mouriño una imagen de figura de sociedad y estrella televisiva que no podría ser más insultante al alto cargo público que desempeña; aunque tampoco es de extrañar, siendo heredero de un imperio económico gasolinero en el sur del país y habiendo recibido su formación profesional en una escuela de economía de los Estados Unidos. Un ministro inexperto, marcado por sospechas de ser un mentiroso y que muestra así estar diametralmente alejado de la representación pública que obliga a un Secretario de Gobernación.
Afortunadamente, tenemos en la caricatura una poderosa arma de denuncia, que además es un buen remedio para liberar el desconcierto y la indignación causados por este personaje. Hoy quiero dejar aquí el vínculo a la caricatura de esta semana en el website de José Hernández, uno de nuestros moneros contemporáneos dedicados con más fervor a mostrar en la sátira un instrumento de reflexión para la sociedad mexicana. Personalmente me mantengo en una posición algo más mesurada que la de Hernández y sus colegas; sin embargo creo firmemente en la libertad de expresión y en la obligación ciudadana de mantenernos tolerantes y abiertos al diálogo y confrontación de ideas. Por ello, les dejo las delicias de un Mouriño caricaturesco, debatiéndose en sus aires de estrella de cine y seduciendo a las petroleras internacionales, “privatizando PEMEX y nacionalizando a mamá” y enrolándose en otras varias y divertidas escenas.
Y ya que he tocado aquí los nuevos disparates de un nuevo derechista reaccionario en el gobierno federal, aprovecho para tratar de sembrar una reflexión en la opinión pública: ¿será que nadie ha visto las portadas de esas revistas que hemos citado? ¿Nadie habrá notado la intolerancia del español Mouriño? ¿Y toda la clase trabajadora de México pasó por alto o no escuchó los reportajes en diarios y noticieros sobre las incongruencias del secretario de Gobernación? Vamos, ¿por qué no escucho quejas? Seguramente sí las vieron; y seguramente las han ignorado bajo las premisas de la incapacidad ciudadana por protestar y la degeneración política que impide la posibilidad de cambio. En la pasada campaña presidencial tuvimos el intento de Jorge Castañeda por lanzar una candidatura independiente, que no prosperó porque si bien se contempla esta garantía en la Constitución, no contamos con un marco legal electoral que previera esta circunstancia. Y la ciudadanía no pareció verse interesada en la práctica anulación de una garantía constitucional aún pese a la atención que de todas partes atrajo la elección del 2 de julio de 2006. Hoy volvemos a estar aletargados por la televisión amañada y parcial, por la influencia de grupos como la iglesia católica y la elite empresarial, por nuestras carencias informativas, educativas y culturales; en este estado de cosas, ¿podremos emitir una exigencia, válida completamente, de sensatez y congruencia del gobierno federal y sus funcionarios? ¿Será que encontremos camino para ejercer presión, esta vez de la sociedad, única legítima sobre un gobierno, para que Calderón y Mouriño se dejen de estratagemas de ocultamiento de información, uno de su cargo y el otro de su pasado? ¿Será que podamos construir un espacio crítico y reactivo – que no reaccionario – a las acciones del poder público?
Porque francamente, no tenemos otra opción; si no la tomamos ya, mantendremos nuestra actual y lamentable situación. Nosotros, ciudadanos, hemos permitido que a nuestra ciudadanía, a la identidad nacional, a la cultura, al desarrollo, las conviertan estos panistas ultra conservadores, ultra convenencieros y ultra estúpidos, en una vil caricatura. El IFE ha perdido toda su credibilidad, la Suprema Corte ha prostituido la justicia y la imparcialidad ante Mario Marín el Gober precioso, y el país está militarizado con el infantil pretexto de la lucha contra el crimen organizado. México se ha vuelto, como en las hilarantes tiras de José Hernández, protagonista recurrente de una caricatura de farsas lastimeras. Y por desgracia para los mexicanos de las clases fregadas, nuestra propia caricatura no nos inspira mucho más que risa. El dibujante de un cartón debe hacer gala de inteligencia en la sátira; los autores de nuestra caricaturizada decadencia han demostrado no tener ninguna (baste recordar las brutales incoherencias del sexenio foxista). Y peor aún es que el cuerpo social carezca de inteligencia para descubrirse manipulado, o para ser testigo de ello y mantenerse en silencio, en espera de la próxima edición de su farsa miserable.

José Hernández en Proceso (desde su website):
http://www.monerohernandez.com/SITIO1/MONOSAPIENS/GALICIA/galicia.html

José Hernández en El Chamuco:
http://www.elchamuco.com.mx/hernandez.html

martes, 5 de febrero de 2008

Febrero 5: modernización energética y reforma constitucional

El aniversario de la Constitución nos alcanza este 2008 en la antesala de la discusión en el Congreso por las reformas al sector energético, las cuales se rumora prevén modificaciones a la Carta Magna para abrir CFE y PEMEX a la inversión privada (dicho esto de manera muy simplista). Desde Ernesto Zedillo el tema dio pie a contiendas entre los legisladores, enfrentándose tanto la defensa de la soberanía como la necesidad de modernizar las empresas estratégicas. Ahora Felipe Calderón tiene a esta reforma como uno de los pilares que definirían la primera parte de su administración, mancillada por las dudas sobre la legitimidad de la elección presidencial. A propósito de esta coyuntura vale la pena anotar algunos puntos relacionados con el tema.
Sobre la privatización de las empresas del sector energético, es dudoso que la misma se realice; además de que los más variados sectores se oponen a ella – incluyendo aquellos con injerencia en la decisión oficial –, está claro que el Estado tiene plena capacidad para sanear algunos de los vicios más arraigados que han impedido el desarrollo de PEMEX y CFE (como el asfixiante régimen fiscal y la corrupción sindical) sin necesidad de asumir el costo político de vender las paraestatales. De lo que puede estarse hablando (ahora con un matiz de necesidad) es de la forma de incentivar y controlar desde la iniciativa privada la producción de energía renovable, área cuyo aprovechamiento ya es tan urgente como el saneamiento de las energéticas. Hoy día no tenemos en México ni investigación para el desarrollo de fuentes alternativas de energía ni instalaciones para el aprovechamiento de las abundantes fuentes renovables del país. Empero, es imprescindible elaborar una adecuada planeación y contar con un marco regulatorio ex profeso antes de abrir paso a la inversión privada en cualquier segmento de la producción de energía; recordemos la privatización de la telefonía, que buscaba terminar con la ineficiencia de un monopolio público y terminó en el deplorable control de precios y oferta de servicios del actual monopolio privado.
Acerca de la apertura de las paraestatales al capital privado, es preciso anotar: el Estado conserva en todo momento por facultad constitucional la propiedad de los bienes de la nación, y cuenta por tanto con derecho y capacidad para dirigir la actuación de los particulares en la operación de las industrias estratégicas. Parte del motivo por el que ha crecido indebidamente el poder de mercado de los monopolios en diversos sectores económicos ha sido el contubernio vergonzante del Estado regido por la derecha, cuyos titulares se han preocupado por ganar el favor de los dueños del capital nacional y extranjero (lo cual de paso nos remite de nuevo al tema de la legitimidad del gobierno de Calderón y su necesidad de apoyo de las altas esferas industriales). Los analistas financieros, economistas y expertos de negocios en general tradicionalmente aceptan el paradigma neoliberal del libre mercado y la no intervención del estado en la economía; pero por desgracia todos parecen haber olvidado que la función esencial del estado es la de mantener la regulación que corrija las fallas de mercado, que siempre se presentan. Semejantes fallas incluyen la excesiva concentración de poder monopólico, la consecuente falta de opciones de consumo para el comprador interno, la competencia desleal y la falta de transparencia de los inversores privados, y han agudizado la desigualdad social que aqueja a la mayoría de la población ante la tolerancia de un gobierno que desde Vicente Fox se ha mantenido en silencio.
Y respecto de las modificaciones constitucionales, a propósito de las que podrían tener lugar en el marco de la apertura del sector energético, yo voto por que seamos ciudadanos críticos antes que nacionalistas exacerbados: la ley es un medio y no un fin. Las normas son producto del momento histórico de los pueblos, y por naturaleza deben evolucionar para adecuarse al desarrollo, a las nuevas condiciones sociales. El mercado energético mexicano es un monopolio gracias al cual pagamos electricidad cara, gasolina cara y la manutención cara de una industria hoy obsoleta, que bajo el esquema vigente reduce la riqueza y la capacidad de desarrollo de todos los mexicanos, lesionando nuestra soberanía antes que protegerla. Lo que sí expresaría identidad nacional es dar seguimiento objetivo a las maniobras que pudieran estarse realizando en el sector, puesto que la ciudadanía organizada puede convertir a la libre expresión (garantía individual consagrada en la Constitución) en arma y defensa poderosa. Ya existen convenios con particulares que generan su energía y pueden vender los excedentes; contrario a los argumentos de algunos legisladores perredistas esta situación no es necesariamente señal de una privatización de la industria. Una adecuada normatividad para estas actividades puede asegurar la rectoría del estado en el sector y al mismo tiempo modernizarlo en segmentos que permitan reducir costos y aumentar la eficiencia, logrando el acceso de los consumidores a productos de mayor calidad. En ese sentido la legislación responsable implica transparencia, y ésta tiene su mejor estímulo en la participación ciudadana mediante la crítica, el debate y la opinión. El estado de inopia al que se ha acostumbrado la población mexicana (influenciada perniciosamente por el escaso interés dado a la cultura, el deporte y el desarrollo de educación de calidad) amenaza con dejar a la Constitución, y aún a todo el aparato legal, como meros alfiles del capitalismo neoliberal montando una parodia de progreso; la opinión pública tiene una baraja que puede decidir el rumbo del crecimiento nacional, pero debe interesarse por ella para aprovecharla.

viernes, 1 de febrero de 2008

La culpa de Maciel, solapada en la ignorancia pública

Esta mañana mientras escuchaba el noticiero supe de la muerte del sacerdote católico Marcial Maciel, fundador de la orden de los Legionarios de Cristo; la nota se repitió a lo largo del día, y no le habría prestado mayor atención de no ser por la forma en que se transmitió por Televisión Azteca. La semblanza del prelado, signada por Oscar Campos, contiene prácticamente los mismos detalles difundidos en televisión y habla acerca de su trabajo y logros como superior de la orden, mencionando la “vida reservada de oración y penitencia” que a instancias del Vaticano llevó Maciel al final de su vida. Curiosamente, no se hace ninguna referencia a que semejante “invitación” de la Santa Sede fue la conclusión al escándalo de pederastia en el que se vio envuelto el sacerdote desde la denuncia en 1997 de ocho de sus víctimas, y la olvidadiza y discreta cobertura de TV Azteca pareciera disculpar, igual que muchos, las acciones de Maciel, que desde los cincuentas aparecen referenciadas hasta por él mismo según la carta dirigida a Juan Pablo II por los ocho exlegionarios denunciantes, y publicada en la revista Milenio, el 8 de diciembre de 1997. Si la opinión pública es escasamente conocedora de estos datos es por la presión que para ello han ejercido los Legionarios de Cristo y sus simpatizantes, apuntalados ante la cúpula del poder económico mexicano.
Para beneplácito de los jerarcas católicos, parece difícil discutir el tema ante la sociedad por el profundo arraigo de esta religión en la idiosincrasia nacional, y por la forma en que dicha circunstancia es usada por el estado eclesiástico para influir en la postura de la opinión pública. Sin embargo, es de sentido común concluir que el abuso sexual de menores es un crimen desde todas sus facetas, y ya han salido a la luz otros casos, como el de Nicolás Aguilar, que revelan el problema que presentan a la sociedad estas conductas persistentes. Sabiendo que, en contraste a otros países, en Latinoamérica basta la influencia cultural del clero para garantizarle impunidad, el epitafio “descanse en paz” se antoja humillante y burlón ante las voces que reclaman justicia, posible ahora sólo en una investigación pública, objetiva y severa de las autoridades eclesiásticas que revele sin exageraciones ni defensas fanáticas las responsabilidades de Maciel y de todos los ministros acusados de pederastia y cargos similares. La invitación del Vaticano (cuya indagatoria sobre Marcial Maciel fue iniciada por Joseph Ratzinger cuando éste era jefe de la Congregación para la Doctrina de la Fe) para que el acusado abandonara la vida pública fue un avance; pero es tiempo de que como sociedad exijamos pleno reconocimiento de los hechos, así como congruencia de una iglesia más política que religiosa, y que en los últimos años parece ir en contra de libertades civiles tan elementales como la expresión artística, la enseñanza laica, un estado clerical no involucrado en política o el derecho a la salud pública, amén de que además se ha dedicado a comprar el silencio de las víctimas de abusos sexuales para evitar acciones judiciales que pongan a sus ministros en entredicho.
Y no, yo no anoto un “descanse en paz” ni le deseo tal descanso al criminal Marcial Maciel. Nuestra dignidad como sociedad y la conciencia nacional, laceradas por los nuevos delirios del clero mexicano (permitidos en los complacientes gobiernos panistas), no podrán descansar mientras no haya justicia y se recupere el respeto por los ideales liberales que nos han permitido alcanzar las citadas libertades civiles. Y sobre todo mientras no tornemos a ser una comunidad crítica e informada, en congruencia con esos ideales.

Primera entrada: introducción y motivos al lector

Antes que nada, aclaro: no me agradan los blogs. Mis amigos más cercanos lo saben. Siempre me han parecido un recurso comunicativo propio de gente muy solitaria – de antemano pido perdón por herir susceptibilidades con mis prejuicios –. Leo algunos, pero ni siquiera hago comentarios; he mantenido esta aversión tal vez bajo el estigma de aquellos blogs que he visto y me han parecido patéticos. De esta forma, mi falta de aprecio por sitios como éste debe ser sin duda culpa mía, y no de los autores de sus contenidos.
Abrí este espacio, sin embargo, con la motivación personal de hacer circular ideas. Durante mucho tiempo me he quejado de la degradación de las clases políticas – porque redundan en un nulo desarrollo material de las localidades –, de la falta de contenidos televisivos con un mínimo de inteligencia, del predominio destructivo que ejercen los intereses de las élites empresariales del país, de nuestro escaso interés como ciudadanos por la difusión y el desarrollo cultural, de los adolescentes y adultos jóvenes con plena convicción de no ser agentes de cambio social… El narcotráfico, la Mara, los Zetas y los programas de desarrollo social entre muchos otros temas no me interesan; forman parte del enfadoso espectáculo que a veces llamamos “pan y circo para el pueblo”.
También decidí abrir este blog a instancias de un buen amigo y colega, a modo de pilar que sustente un proyecto personal conjunto; de paso, me sirve para tratar de fomentar el debate que espero pueda forjar en la nuestra una sociedad crítica, observadora de su entorno, informada y que conozca el peso que por naturaleza tiene su opinión ante el poder público. Intentaré escribir con la mayor objetividad y responsabilidad, pero sin adornos; me agrada aplaudir lo que me parece bien y criticar lo que desapruebo aunque le pese a la mala conciencia de los sordos. De la misma forma, los invito amplia y sinceramente a leer, reflexionar y comentar mis entradas (aunque el aspecto más importante tal vez sea la reflexión). Prefiero la verdad a la censura; deseo que este espacio sea un encuentro de opiniones, en atención al espíritu universitario de luz y conocimiento que juro defender toda mi vida. Siéntase libre el lector de anotar lo que le plazca; no quiero gentileza, pido objetividad. La dibujante y buena amiga mía Leslie Simonin ha anotado: “Estoy harta de los actores y de los cobardes”. Con perdón de ella, pendiente de conceder, retomo esta frase como el móvil para abrir mi bitácora, que pretende ser un lugar de ideas, de debate y de libre expresión.
Sin más que decir, reitero mi intención de propiciar desde aquí el ejercicio mental de analizar nuestro entorno y ser agentes de cambio para el mismo. Y como prueba de ello, los animo a leerme con agudeza y objetividad; critiquen severamente este blog, y háganlo trizas. Tener razón no es algo que busque con mis artículos.
 
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