miércoles, 8 de julio de 2009

La democracia es ejercicio y lucha de todos los días

En el último post de esta bitácora hice un comentario acerca de mi postura de apoyo al voto nulo; habiendo pasado el 5 de julio los resultados siguen siendo contundentes: el PREP reporta una participación ciudadana del 44.68% del Padrón Electoral. También confirma el previsto regreso del PRI como primera fuerza política; una cifra de peso, sin embargo, fue el resultado del debatido voto nulo, que se erigió nada menos que en la quinta fuerza electoral de México. Compartí en la anterior oportunidad mi postura del voto nulo como una expresión alternativa que, reflejando una posición proactiva de parte de la ciudadanía inconforme, es perfectamente legítima y debe ser tomada en cuenta; considero que el objetivo de pugnar por una renovación de la institución política mexicana se ha cumplido a medias hasta ahora.
Al final de la jornada electoral del domingo tuve la fortuna de recibir a un joven amigo a quien no veía desde hace un par de años; él no pudo votar en la que hubiese sido su primera elección, ya que por fechas no habría podido solicitar su credencial de elector. Debatiendo con él sobre la utilidad de anular la papeleta, le escuché argumentar estadísticamente que el voto nulo tenía un impacto nulo en la proporción del ganador; como estadista le hablé de la debilidad de su argumento y puse como ejemplo la elección de 2006, cuando cada décima de punto porcentual valía oro para los candidatos en contienda. Igualmente le expuse que la anulación no expresaba una preferencia política sino una exigencia de renovar la forma en que se hace y se regula el quehacer partidista. Admito con franqueza y también con agrado que mientras hablábamos, recordé la profunda pasión que me movía como ciudadano en ciernes cuando yo tenía esa edad, en la que con varios de mis amigos, compañeros de generación y aún con mis maestros sosteníamos largos debates y analizábamos posturas ideológicas; hoy día, que miro con desagrado el estado actual de los encargados de la administración pública, me sigue animando la misma pasión de esos días porque soy un ciudadano preocupado, comprometido, que cree. Creo, entre otras cosas, que podemos y debemos ser una sociedad proactiva, con voz firme, clara, y sobre todo fuerte, muy fuerte.
Poco antes de que yo saliera a emitir mi voto, otro de mis amigos y colega de profesión, me envió un mensaje de texto en el que me comentaba que aunque planeaba anular la boleta, hacerlo se le insinuaba como una falta de respeto a los electores que sí marcaban un partido. Le respondí que esa falta en realidad la han estado haciendo todos los partidos hacia el electorado, hacia sus ciudadanos representados. Cuando había consumado su anulación, volvió a escribirme con sincera preocupación por el futuro: “Qué pena me da México”. No respondí a eso, sino que reflexioné en lo injusto que es para la sociedad sentir pena y temor por las acciones de representantes que se han creído dueños omnímodos del poder; pero en la medida en que no busquemos canales de expresión alternativos, legítimos y efectivos (como valerosamente se hizo en la anulación del voto, que al día de hoy suscita controversias para el IFE y los paneles de análisis), no podemos estar inconformes de forma justa. El derecho ciudadano a expresarse del gobierno no puede ejercerse con la conciencia limpia si no se participa activamente.
Mi muy estimado Erick: te respeto y te aprecio, no sólo como un amigo sino como un ciudadano que busca ser libre y que cree, como yo, que las cosas pueden y deben cambiar porque hasta en la naturaleza y en el hombre, el cambio es una constante inalterable. Formas parte de una generación que desgraciadamente, por culpa en parte de los errores y la apatía (aún cobardía) de mi generación y de algunas detrás, vive alienada en el absurdo del consumismo, de la imagen, del valemadrismo de masas y a la que el mañana apenas le importa mientras cuente con un teléfono multimedia y otras tonterías. Puedes considerarte afortunado: el hecho de que en una camada tan en peligro de ser manipulada, en un medio político y social tan sórdido y conflictivo como el que han atestiguado, sigan surgiendo jóvenes que creen que avanzar juntos y honestamente es posible y necesario, para mí es señal de que hay madera de cambio. Por ustedes, por todos, el cierre de filas no se debe hacer al interior de los partidos políticos, debe hacerse aquí donde estamos los mexicanos todos. La apuesta por la renovación que se expuso ya en el voto nulo sólo está empezando; la voz ciudadana ha demostrado su peso y su valía pacíficamente, y es tiempo de sostenerla. Sigamos buscando, trabajando y creyendo; y esto va para aquellos a quienes llamo “mi generación”: México no me inspira pena, sino esperanza. Pero con ella, un gran deseo de progreso que me inspira firmemente a creer en que la mayoría de nosotros podemos ser cívicos y buenos ciudadanos. Hace falta creer además de trabajar, y creer para poder trabajar; esto va para jóvenes, maduros y viejos, blancos, indígenas, mestizos, fresas, emos, para todos, absolutamente todos: la democracia, igual que la libertad, e igual que la vida, es una lucha que se realiza todos los días.

martes, 23 de junio de 2009

La protesta en el voto, reflejo de la nulidad de propuestas y opciones políticas

Recuerdo que en las jornadas electorales de los últimos 4 años, la tendencia del electorado parecía ser la de revisar los mayores fallos de la administración saliente y votar por el candidato que, aunque fuese retóricamente, ofreciera un cambio de rumbo y pudiera ponerlo en palabras más o menos coherentes; en el actual proceso de 2009, es grotescamente evidente que ninguno (de verdad ninguno) de los partidos tiene proyecto de gobierno, que sus bases ideológicas están más debilitadas y en letra muerta que nunca, y que no cuentan con militantes preparados profesional y mentalmente para ejercer un cargo público. Ya ni siquiera tienen políticos de carrera o prospectos jóvenes con habilidad de negociación, puesto que todos han dado entrada en sus filas a oportunistas, revoltosos, iletrados y amorales, permitiendo así que grupos de poder y organizaciones criminales los infiltren y los usen a favor de sus intereses.
Hace varios días escuché una afirmación de un hombre tristemente ignorante, y tristemente en una posición de poder público, que dijo: “Me queda claro que esta campaña del voto nulo no puede ser una iniciativa ciudadana”. El hecho de que integrantes activos de partidos y funcionarios como él opinen de esta forma remarca cuan ajeno al interés público se ha vuelto el ejercicio de la política, ocupada sólo en amarrar compadrazgos entre círculos de poder y en tratar de aplastar a la oposición con la fuerza de sus mafias. Es también, junto con todo el cuadro político vigente en México, muestra de lo que sucede cuando la sociedad permanece apática de sus derechos ciudadanos, sin protestar contra el abuso de poder, la imposición de gobernantes y la falta de compromiso con el bien común: los cargos de elección popular acaban siendo capturados por individuos ineptos, corruptos, vulgares, y aún por auténticos delincuentes o por sus representantes. Esta situación revela la necesidad que tenemos los ciudadanos de afinar nuestros mecanismos de protesta legítima.
He decidido anular mi voto cruzando todos los recuadros, y escribir mi protesta sobre él por la pobrísima calidad de opciones políticas; ante las opiniones de “analistas” que se empeñan en ver mano negra detrás de los partidarios del voto nulo, así como de los ignorantes representantes partidistas que ven en el mismo un ataque a las instituciones, defiendo enérgicamente el derecho de todos los mexicanos a protestar a través de la boleta electoral por el denigrante espectáculo que la partidocracia ha armado a expensas de la democracia, del erario y de la libertad de los electores. Quienes asistiremos a anular nuestro voto – lo cual es bien distinto a la apatía del abstencionismo – deseamos una transformación radical en la forma como se conducen los actores políticos y en su percepción de la sociedad, y nadie nos puede acusar de atentar contra la democracia porque ha sido la misma clase política quien se ha encargado de caricaturizar a las instituciones a base de arreglos oscuros para alcanzar el poder. Mucho antes de que se conociera la campaña del Voto Nulo por Internet yo decidí optar por esta vía y conocí a mucha gente que igualmente lo había hecho ya, y si los dirigentes no pueden entender que existan iniciativas verdaderamente ciudadanas, más aún merecen la deslegitimación que implica la nulidad; no se puede tolerar la presencia de incapaces mentales como éstos en la vida política nacional.
Del lado de las críticas serias, entiendo plenamente que la anulación masiva del voto beneficia a los sufragios duros, hablando en términos de validez – pero de ninguna forma que beneficie a un solo partido, como también opinaba el funcionario que he citado al inicio de este post –; comprendo el peligro que esto conlleva, de fortalecer los cacicazgos regionales y quizá dar pie a un resurgimiento del autoritarismo. Pero repongo que seguir por la enfadosa línea de votar por el “menos malo” o tratar de hacer “voto de castigo” como si no tuviésemos opción, es un peligro mayor en tanto nos mantiene como agentes pasivos sin voluntad de expresar el sentir real de la mayoría y sin capacidad de proponer nuevas formas de expresión; el elevado porcentaje de nulidad que se prevé arroje la jornada del 5 de julio ya pesa en todas las conciencias de partido, y en mi posición de ciudadano veo en este voto nulo la oportunidad de manifestarle a la oligarquía política mexicana el grado de descomposición en el que se encuentra, y que al haberse permitido insultar a sus representados postulando figuras inverosímiles, corruptas y poco inteligentes no ha hecho más que apuntalar el repudio, el asco popular. Que la tolerancia de la sociedad tiene un límite y también puede hacer valer su sufragio de forma legal y enérgica. Y que a la cúpula de partidos le es urgente una renovación profunda de sus objetivos, de su espíritu, de su relación con el interés nacional.
Cuando era un adolescente, me gustaba decirles a mis amigos que este país se nos iba a quedar a nosotros y que por eso era importante llegar preparados a ese momento. Hoy, mirando en retrospectiva cuando tengo la fortuna de volver a saludarlos, pienso que este es nuestro momento; los adultos jóvenes representamos una generación dinámica, progresista y con ímpetu de renovación constante. El voto reflexionado y congruente (aquí también se incluye el voto nulo), la opinión informada, el debate civilizado, la participación, son todos instrumentos con que contamos hoy para fomentar un cambio de ideas, de sistemas y de administración pública.

Mantra: Renovación de objetivos (y de la redacción)

Por diversas causas profesionales, de salud, laborales y de otra índole he permanecido alejado de esta bitácora durante varios meses; lo cual no pretendo manejar a modo de disculpa. Antes de retomar el trabajo quise escribir este párrafo para reiterar que en este espacio deseo sinceramente ofrecerle a todo aquel que llegue, un lugar de reflexión, expresión y debate abierto que permanentemente nos sirva a todos para expandir nuestras posturas a base de conocer las de los otros. Hace tiempo un conocido mayor, que en su trayectoria laboral ha vivido en lugares tan diversos como Marruecos, los Estados Unidos e Irán, me compartió su perspectiva de que la mejor enseñanza de viajar es tomar conciencia de que no existe una sola verdad; coexisten muchas verdades en el mundo. La diversidad es, pues, fuente incesante de respeto, de tolerancia, de aceptación y hermandad, y por ende es el campo propicio para que el intelecto humano se reinvente y construya puentes antes que barreras. A los mexicanos, a todos, nos urge cobrar conciencia de que en materia de tolerancia, de respeto, de igualdad, nos queda un larguísimo trecho por recorrer, no hablando de alejados personajes públicos, sino de nosotros mismos, los mexicanos de calle que a diario salimos y volvemos la vida más compleja a base de prejuicios e ideas tan preconcebidas como desinformadas (que si los chilangos son lo peor, que si la gente es naca, que si aquellos son pobres... y tantos otros que cada uno conoce perfectamente).
No quiero quedar fuera de la crítica; escribí este post porque al volver a trabajar he aprovechado para leer la producción del año pasado. He concluido que, si bien mis posturas se han plasmado en texto, la redacción a veces ácida, impulsiva y combativa no hace mucho en favor de la tolerancia y el intercambio de ideas. Debo enmendar este detalle.
De forma que este es mi compromiso hoy que vuelvo a publicar; ya que desearía ver un debate sostenido, de altura y productivo, no cesaré de buscar los mismos atributos en mis escritos. Muchas gracias, sigamos dialogando.
 
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