Los jerarcas de la Iglesia católica mexicana saben que cuando declaran una tontería causan revuelo, de eso no hay duda; por eso me inquieta un poco cuando tal cosa sucede (buscarán distraer la atención de algún hecho relevante). Así las cosas, la declaración del viernes 15 de agosto por parte de la Arquidiócesis de México nos merece atención, pensando en lo que el clero podría estar pensando en ensombrecer. La iglesia católica mexicana “recomendó” a las mujeres evitar el uso de ropa provocativa, de escotes y minifaldas, así como una serie de prohibiciones en cuanto al trato con el sexo masculino “para evitar ser víctimas de agresiones”; ya varios columnistas han abordado el tema en estos días, afirmando con razón que la actitud del clero equivale a culpar a la víctima de una violación por haber sido objeto de tal abuso. Sergio Sarmiento comentó atinadamente que es una indecencia de parte de la Iglesia venir con semejantes moralismos cuando por todos los medios desde el papado de Juan Pablo II ha encubierto con tesón a sus más activos pederastas, y que un razonamiento como el que han expuesto concluye que también los menores víctimas de estos criminales eclesiásticos son los únicos culpables de la vejación en su contra. En fin, estos días no han sido escasos de recriminaciones bien merecidas contra la Arquidiócesis de México. Pero si estas reacciones ellos ya se las esperan, ¿qué velada intención manejarán los secuaces de Norberto Rivera desde su trinchera religiosa? Creo que hay un interesante evento en la agenda política del Distrito Federal que a estos arcaicos prelados les conviene mucho distraer de la atención pública.
En abril de 2007 la despenalización del aborto en el Distrito Federal marcó un importante avance en materia de derechos civiles y de salud pública; este 2008, a más de un año de distancia, las cifras son reveladoras y rebaten rotundamente los argumentos en contra: en el primer año en vigor de la nueva ley, se registraron 7.820 abortos legales, con solo 31 eventos con complicaciones y un fallecimiento. El anterior secretario de salud capitalino, Manuel Mondragón y Kalb (actual titular de la SSP del DF tras la remoción de Joel Ortega por el caso New’s Divine) comentó que un 20% de los casos fueron de mujeres de fuera de la capital, desmintiendo la versión de que la ciudad de México se volvería un centro masivo de abortos. Además, las solicitantes tienen acceso a un servicio de consejería en los hospitales que realizan esta práctica, y las cifras indican que menos de la mitad de las mismas decide abortar por la orientación que reciben. Como era de esperarse, la derecha reaccionó condenando esta modificación a la ley; en mayo de 2007 la CNDH y la PGR iniciaron una controversia constitucional contra la legalización del aborto. José Luís Soberanes y Manuel Medina Mora consideraron violatorio de la Constitución que se permitiera la interrupción del embarazo, pese a que el doctor Raúl Carrancá, uno de nuestros grandes constitucionalistas, advirtió de inicio que la medida no era violatoria de la Carta Magna bajo ningún sentido e interpretación. No suena extraño, ya que el gabinete calderonista ha dado pruebas fehacientes de estar sumido en la más completa ignorancia de la Constitución en toda forma; en fin, el caso es que al día de hoy la Corte se encuentra dividida en la decisión final de esta controversia sin fundamento. La anulación de la reforma a favor del aborto está siendo promovida por el ministro Sergio Salvador Aguirre Anguiano, a quien le debemos, junto con Mariano Azuela Güitrón, que la causa de Lydia Cacho se desechara y se negara la solicitud de juicio político a Mario Marín “porque no hubo pruebas de que se violaron las garantías individuales de la periodista”. Para quienes no son capaces de juzgar lo evidente, no es gratuita la ignorancia de la constitución.
El caso es que este viernes 15 de agosto Sergio Aguirre presentó su proyecto de sentencia para esta controversia, a favor de anular la despenalización, y al parecer cuenta con apoyo de Azuela y del ministro Guillermo Ortiz Mayagoitia. Este oscuro personaje necesita lograr 8 votos de los 11 totales para echar abajo la despenalización y con ello un logro en materia de derechos civiles, que a los sirvientes de la derecha no les sientan bien. Mi punto es que ya en otras ocasiones se ha probado la fuerza de la opinión pública; sin haber estado correctamente encaminada, la movilización ciudadana de López Obrador sirvió para que millones de mexicanos estuviéramos conscientes de las serias dudas sobre temas tan importantes y obvios como la legitimidad de la elección de 2006, la transparencia de las instituciones públicas y la imparcialidad de muchos de los funcionarios del actual gobierno. Sergio Aguirre es un buen ejemplo, al haber dado implícitamente la razón a Kamel Nacif, quien sabemos influye en varios políticos con cargos a nivel federal; otro gran ejemplo, ya experimentado en desvergüenza, es el secretario de gobernación Juan Camilo Mouriño, quien en reunión con la Conferencia del Episcopado Mexicano le ofreció total apoyo a la iglesia católica en contra de esta reforma, torciendo así su función como servidor público. En esta ocasión, el tema es bastante susceptible de presión pública, porque se intenta alienar un derecho fundamental de la mujer a decidir sobre su sexualidad, su cuerpo y su plan de vida, con un argumento endeble sobre “la cultura de la vida” que la iglesia católica es la primera en no apoyar. El alto clero conoce esta situación, y no se me hace extraño que justo ahora los esbirros de Norberto Rivera caldeen los ánimos con una declaración absurda como la de los escotes y la ropa provocativa; esta semana el proyecto resolutivo de Aguirre Anguiano será revisado y se espera que la discusión inicie el 25 de agosto. Si la iglesia logra distraer la atención del mismo, pueden fácilmente dar un “madruguete” con la anulación de la reforma sin levantar mucho polvo. Aún en la Corte el proyecto se ve difícil por la incertidumbre que generan las posiciones de los magistrados, pero definitivamente es un tema del cual debemos estar pendientes.
Una prueba del poder que ejerce la opinión pública la dieron hoy domingo las manifestantes a las afueras de la Catedral metropolitana del Distrito Federal: vestidas con minifalda y empuñando pancartas con frases decisivas como: “De trabajadora sexual o de monja, yo decido el vestido” y “Saquen sus rosarios de nuestros cuerpos”, protestaron enérgicamente contra las declaraciones misóginas y sexistas de la iglesia. Desde luego, Norberto Rivera no podía permitir correr el riesgo de enfrentarse a una turba; las puertas de catedral fueron cerradas, en teoría para resguardar la integridad de los feligreses – y de ninguna manera para resguardar la santa persona del cardenal, quien se ha preocupado más de los manotazos a su camioneta que de sus feligreses agredidos por sus curas pederastas –. Estas manifestaciones son buenas, pero no hay que permitir que caigan en saco roto. El oscurantismo de la iglesia cierne sus sombras esta semana sobre la resolución de la Suprema Corte; si permitimos que den marcha atrás con la interrupción del embarazo, empezarán a obtener poder y prebendas políticas, y seguirán las cacerías de brujas a los abortistas, luego a los homosexuales, posteriormente a las madres solteras, a las parejas en unión libre, y finalmente a los librepensadores y todo aquel que se vuelva en contra del orden y razón del estado eclesiástico. La iglesia como institución de espiritualidad social, es bienvenida; pero que nunca nos vuelva a pasar tener una iglesia tenedora de poder político, porque en esos momentos ha sido cuando el catolicismo nos ha mostrado su naturaleza más intolerante, más cruda y más sanguinaria. Recordemos si no a los maestros mártires de la Guerra Cristera – y no a esos pseudomártires criminales y asesinos cristeros que tanto insisten en canonizar –.